Es una estampa habitual: un lobo con el cuello alzado, los ojos cerrados y aullándole fantasmagórico a la luna. De ella nace también, en parte, el mito de los licántropos. Los motivos que impulsan al lobo a aullar sin embargo son bien distintos, y por fortuna mucho más interesantes.
Para empezar, y aunque más o menos es comprensible qué es lo que hizo que naciese el mito, la realidad es que los lobos ni siquiera aúllan con más frecuencia cuando hay luna llena. Simplemente aúllan. La actividad sí que es mayor en determinadas ocasiones bien marcadas: cuando están en celo, cuando llega el otoño y en los momentos de la noche en los que comienzan o acaban sus correrías en busca de comida, normalmente al anochecer y al amanecer.
Los lobos utilizan el aullido, con todo, de una manera mucho más inteligente: como modo de comunicación y para expresar afección o respeto por otro miembro de la manada. Por la parte de la comunicación, un estudio publicadoen Current Biology cita cómo, sorprendentemente, cada lobo tiene su propio aullido. Eso provoca que, mediante ellos, la manada pueda localizar al resto de los miembros no sólo en cuanto a ubicación sino también en cuanto su identidad.
El aullido de cada lobo es único
Por otro lado, los aullidos son una señal de la relación emocional entre los miembros de la manada. Los lobos se distribuyen naturalmente en manadas, y salvo en las épocas de celo donde las tensiones entre los machos aparecen, normalmente desarrollan fuertes vínculos entre sí. Otros estudios han demostrado cómo los aullidos son una respuesta a la separación de un compañero de manada al que aprecian mucho o respetan. De ese modo, con aullidos, son capaces de mantener el contacto, la identidad y la ubicación pese a la distancia.
Por último, está el viento. El viento es el responsable de que los aullidos de los lobos parezcan multiplicarse. En sus memorias, el general Ulises S. Grant describió como durante un viaje a caballo lo que habían deducido que era una manada de lobos acompañándolos durante una travesía nocturna en realidad sólo eran dos animales sentados tranquilamente aullando.
Y luego está la parte, la siempre maravillosa, que la ciencia no ha sabido explicar. Otros estudios demuestran cómo en algunas ocasiones utilizan los aullidos para mover a sus presas hacia determinadas posiciones más favorables para la manada, o cómo educan a la camada mediante aullidos.
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