Cuando aprovechas las ventajas de bailar, aprendes a trabajar en equipo. Sabes que tu éxito solo es posible si el otro brilla contigo.
Bailar, independientemente de la técnica, responde al instinto. ¿Alguna vez has sentido cómo te dejas llevar al sentir el ritmo de la música? Como bien los expresó la famosa bailarina, Isadora Duncan: “La danza no es solo transmisión de una técnica sino también de un impulso vital profundo”
No se trata de ser perfecto, se trata de divertirnos, sentirnos bien y aprender a conocer nuestro cuerpo. Si eres de los que no se atreve a bailar por vergüenza o temor, no te desanimes. En el baile siempre puedes hallar alternativas. Y todas aportan una serie de beneficios importantes.
Descubre las ventajas de bailar
Mejora la circulación y reduce el colesterol

El baile es un ejercicio de resistencia. Así, nuestro corazón trabaja con una intensidad mayor de lo habitual. Esto permite que nuestra sangre circule con más fluidez.
Al mismo tiempo, esa facilidad para moverse favorece la quema de grasa y con ella, se elimina el colesterol que obstruye nuestras arterias. Así, conseguimos rebajar el riesgo de enfermedades coronarias o cerebrovasculares.
Nos ayuda a perder peso
Esta es una de las ventajas de bailar más buscadas. Nos guste o no, la imagen nos importa mucho, en especial la cuestión del peso. Como decíamos, nos deshacemos de esa grasa que nos lleva a pelearnos con la báscula.
No obstante, al mover todo el cuerpo, adelgazamos mientras tonificamos. Esto quiere decir que evitamos el exceso de masa y la flacidez. Tendremos, por tanto, un aspecto saludable, más allá de lograr vernos esbeltos.
Fortalece los huesos

Cuando bailamos, usamos toda nuestra estructura ósea. Fuera del gimnasio y del deporte es imposible encontrar otra actividad tan necesaria para nuestro cuerpo como la danza.
Por tanto, es muy recomendable para todo el mundo, pero en especial para las personas de mediana edad que están en riesgo de sufrir osteoporosis.
Desarrolla la creatividad
Bailar implica equilibrio y movimiento. La danza incluye desplazarse y contonear distintas partes de tu cuerpo y de forma diferente a la vez. Así, requiere que lo dominemos con una precisión que pocas disciplinas precisan.
Por otra parte, nos obliga a pensar de un modo muy inusual. Cuando bailas, agitas tu cuerpo al ritmo de la música, de manera que tus oscilaciones se corresponde con su pulso, pero ¿cómo lo hacemos?
Nos dejamos llevar por la intuición y esta nos lleva al éxito. Así, nos desinhibimos y nos familiarizamos con el pensamiento creativo. Cuando nuestro cerebro se acostumbra a ello, extrapola ese aprendizaje y lo aplica a otros ámbitos.
“Bailar significa ser tú mismo, más grande, más hermoso, más poderoso. Esto es poder en la tierra y es tuyo para que lo tomes” –Agnes De Miller.
Maximiza la memoria

Las clases de baile giran en torno a una coreografía. Poco a poco, aprendes pasos que se incorporan a tu lenguaje corporal.
Los beneficios de su práctica sorprenden a corto plazo. No solo porque mejora el ánimo y al dormir, descansas mucho mejor, sino porque a mediano plazo ya eres capaz de memorizar una rutina tras observarla y practicarla un par de veces o un poco más.
Disminuye el estrés
Estamos hablando de una actividad eminentemente divertida. En consecuencia, cuando la practicamos nuestro cerebro libera endorfinas y serotonina. Las hormonas del bienestar y la felicidad.
En este sentido, el baile resulta muy efectivo para combatir la depresión y la soledad. Amén de las sustancias citadas arriba, podemos disfrutar del baile junto a otras personas. Así, evitamos esa sensación de aislamiento que la gente estresada y deprimida tienen.
Enseña a trabajar en equipo

En general, se baila con otras personas, con las que debes entenderte apenas con una mirada. Los cuerpos deben sincronizarse por completo y eso solo se consigue con trabajo conjunto y con consenso.
Incluso, aunque hay quien lleva más peso en la coreografía, este debe partir de un acuerdo. De lo contrario, si hay luchas de poder, deseos de destacar por encima del otro, el baile falla.
De esta forma, aprendemos que, al bailar, el resultado nos trasciende a pesar de nuestros deseos de sobresalir. Y entendemos que somos parte de un todo y que dependemos los unos de los otros. Si uno se cae, el otro también. Si tu compañero se equivoca, el error repercute en ti y viceversa.
Teniendo en cuenta las ventajas de bailar, si el deporte no va contigo, ¿le darías una oportunidad? ¿Nos lo contarías si lo hicieras? ¡Nos encantaría!
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